BotArt
‘Vinyes verdes vora el mar…’
Bota para proyecto BotArt.
Cellers Ribes. Consell, Mallorca.
Exposición Itinerante.
Las bodegas Ribas presentan la segunda edición del Proyecto “BotArt”, consistente en un conjunto artístico de barricas de vino que han sido transformadas por artistas residentes en Mallorca.
El objetivo al llevar a cabo este original e innovador proyecto es que una serie de artistas locales, nacionales e internacionales relacionados con Mallorca intervengan libremente sobre las barricas de roble con la voluntad de potenciar y unir el mundo del vino con la creación artística.
Primera edición – Año 2008
Los 21 artistas implicados en la creación de la primera edición de “BotArt” fueron: Rafael Amengual, Jim Bird, Pep Canyelles, Pep Coll, Toni Colom, Manuel Coronado, Crespí y Alemany, Ñaco Fabré, Rafa Forteza, Pep Guerrero, Bárbara Juan, Joan Lacomba, Mercedes Laguens, Joan March, Gloria Mas, Pascual de Cabeza, Joan Sastre, Tòfol Sastre, Pep Suari, Jaume Terrassa y Joan Vich.
Las obras fueron presentadas al público una exposición itinerante que termina en la propia bodega con la presentación de la segunda edición.
Segunda edición – Año 2010
En esta segunda fase de “BotArt” intervinieron 18 nuevos artistas: Steve Afif, Antonio Amorós, Juanjo Castillo, Pilar Cerdà, Tomeu Coll, Joan Costa, Antonio Fernández-Coca, Toni Ferragut, Pere Joan, Pere Lacomba, Pep Llambias, Aina Lorente, Menéndez Rojas, Esther Olondriz, Katharina Pfeil, Cris Pink, Ferràn Pizà I Julia Ramis.
La exposición se exhibió durante dos meses en las Bodegas Ribas de Consell, Mallorca.
Como exposición itinerante de la mano de la Conselleria de Cultura, recorrió varias salas de exposiciones de las Islas Baleares y posteriormente salió de Mallorca para mostrarse en diferentes puntos nacionales y internacionales.
Las ciudades internacionales seleccionadas para mostrar la colección fueron Berlín y Zurich, a las cuales se trasladó la colección durante el año 2011, coincidiendo además con el 300 aniversario de las Bodegas Ribes.
In vino veritas.
Bot Art 2.
Carlos Jover
Cada barrica es un templo a Dionisos. Cada copa de vino, una suerte de oración a este dios que simboliza la fuerza, la música y la suma felicidad del éxtasis de los sentidos. Frente a este dios, el filósofo Friedrich Nietzsche colocó a Apolo como símbolo del principio de la vista, la forma y la belleza. En cierto sentido, Apolo es el orden que el hombre busca para aferrarse a lo que le distingue en la Naturaleza: la razón. ¿De qué estamos hablando ahora, entonces? Pues de arte, como es obvio. Arte con mayúsculas, que en esencia es un magma informe y poderosísimo que cuando emerge como fuerza natural todo lo invade y lo penetra y lo colma, pero que el artista, embajador de Dionisos, consigue domeñar, cuando interviene, para satisfacción de Apolo. Entre Dionisos y Apolo, ahí está toda la historia del hombre.
La propuesta de las bodegas Ribas de aunar arte y vino tiene un calado mucho mayor que el que a primera vista puede parecer. Porque no sólo en esta zona del planeta bañada por el mar Mediterráneo, este área de antigua civilización que ha hablado con los dioses a la sombra de las vides, se ha desarrollado toda una cultura milenaria en torno al culto de la sabiduría de vivir ─y de hecho la palabra “culto”, como devoción, también viene de “cultura”, y ese entronque de fina acrobacia intelectiva es una aportación puramente mediterránea─, sino que además ha concebido ese fructífero diálogo como una de las más esperanzadoras formas de evolución, de recorrido hacia la superación. Me refiero, y ya termino con las citas mitológicas, a la tradición del concepto de ambrosía, que resume lo que se entiende debe ser el llamado “manjar de los dioses”, alimento y bebida especiales que los distinguen de los mortales. Epicuro pensaba, y pensaba bien, que lo que diferenciaba a los humanos de los dioses inmortales era la capacidad de estos últimos de saber elegir el alimento: al ingerir sólo lo adecuado, lo exquisito desde el punto de vista de la inmortalidad, no caían en la marchitación, y así se mantenían siempre fuera del tiempo. Los hombres, a menudo, eligen mal, y por eso son seres que al final perecen. Este planteamiento, hoy en día, con todos los problemas de transgénicos y de alteraciones medioambientales que sufrimos, resulta de una modernidad asombrosa. ¿O no?
Dentro del concepto de ambrosía estaba, naturalmente, el vino, que contiene los taninos de la inmortalidad. Estos potentes antioxidantes, que además le dan al elixir de la uva fermentada el sabor, el olor, la fragancia más excelsa que pueda desearse (yo, desde luego, a una isla desierta me llevaría sólo el vino), hacen de la cultura del vino nuestra verdadera cultura. Y si el arte es una de las pocas manifestaciones que tienen los hombres para alcanzar la eternidad, la clave de la relación íntima que han abordado con tanto entusiasmo las bodegas Ribas, entre arte y vino, salta mucho más allá de lo que pueda ser una mera propuesta programática. Araceli y Javier Ribas, junto a su madre María Antonia, han acertado aquí una diana mucho mayor, a la que tal vez no se pueda ni siquiera optar sin el bagaje de los 300 años de tradición que la bodega lleva tras de sí en esa búsqueda casi argonáutica de las puertas del cielo.
Pero pasemos a esta segunda edición de “Botart”, en la que han intervenido 18 artistas. Su elección ha sido realizada con sumo esmero, partiendo de una serie de supuestos de comisariado que se han basado, fundamentalmente, en los siguientes principios:
A tenor de la circunstancia contextual que hoy vivimos, en los estertores de la postmodernidad que ha llevado a nuestro mundo al final de la era de los llamados “grandes relatos”, es decir, a la contemporaneidad en igualdad de condiciones de otras voces, otros ámbitos, el discurso de esta muestra pretende reflejar esta situación del arte actual, donde tan válido es el lenguaje minimalista o post conceptual como el realvisceralista (Bolaño dixit) o la nueva abstracción post abstractista. Esa pluralidad contemporánea de lenguajes caracteriza nuestro presente cultural, y artístico, y en la muestra “Botart 2” se ha pretendido que el fenómeno quedara manifiestamente reflejado.
Por otra parte, y en la misma secuencia con la que se inmiscuyen, en la elaboración de un vino complejo, los caldos básicos obtenidos de las uvas autóctonas con algunas notas que son traídas por uvas foráneas, para así descubrir nuevas tierras, en esta propuesta se ha partido también de una base principal de intervenciones de artistas locales para confeccionar un caldo final al que, según fórmula magistral y secreta del enólogo comisario, se han añadido unas incorporaciones afines pero importadas de fuera, en unos casos de artistas nacidos fuera de la isla pero residentes en ella como Chris Pink o Katharina Pfeil, y en algún otro ni siquiera residentes aquí, como es el caso de Juanjo Castillo. Ello da lugar a este peculiar caldo, “Botart 2”, elaborado artísticamente pero a la manera que dicta la ciencia enológica para alcanzar un nuevo hito en el camino de la búsqueda de la más excelente ambrosía.
Además, y como término general de toda la serie, hay que reseñar que la propuesta de un soporte tan específico (una suerte de especial y particularísimo site specific) para la intervención del artista, frágil en el tiempo, piel de maduración de la ambrosía, circunscribe la acción a un campo cultural muy particular, justo donde se encuentran los citados anteriormente Dionisos y Apolo. Tal vez, desde este punto de vista, la barrica sea uno de los soportes más auténticamente artísticos que puedan darse.
Por último, y teniendo en cuenta toda la moderna interpretación de la obra volátil o de muy frágil supervivencia en el tiempo (recordemos las intervenciones de, por ejemplo, el primer Miquel Barceló con elementos que van fermentando en pequeñas cajas, manifestando un “cinetismo” interno y lentísimo que entronca con los movimientos de la vanguardia de principios del siglo XX), las acciones de los artistas sobre las barricas de vino, además de incorporar ese bagaje pues las cartelas de la barrica necesitan un cuidado muy especial para su mantenimiento, al tratarse de objetos-soportes que remiten a esa vida mediterránea en la que la relación entre los seres es parte sustancial de la forma de entender la vida, nos introduce finalmente en la contemporánea visión del “arte relacional”, tal y como Nicolas Bourriaud ha analizado, e incluso en todo el desarrollo sobre la postproducción que invade el arte de nuestros días. El concepto de arte como “estado de encuentro”, y esa idea suya de que “la forma puede definirse como un encuentro duradero”, que en esencia son los que se esgrimen en esta propuesta, son a su vez manifestaciones exhaustivamente mediterráneas donde las haya. Y absolutamente contemporáneas.
Con estos supuestos, se ha realizado la selección de las intervenciones, que sucintamente voy a reseñar por sus autores:
Steve Afif, como buen egipcio (nació en Alejandría en 1943), envuelve el tonel con bronce como si fuera una momia, lo repuja, lo moldea, lo prepara para el gran viaje al más allá. Extraordinaria pieza, que además emite en distintas frecuencias (la comunicación como palimpsesto), porque nunca se sabe, a lo largo de los siglos, quién vendrá…
Antoni Amorós, que ha intervenido la barrica como si se tratase de una gruta primigenia, y él un artista de la primera etapa de la agri-cultura como cultura; una muy válida forma de aceptar el reto, y superarlo ─el arte como piel que delata, como un libro abierto, todo lo vivido y todo lo soñado.
Juanjo Castillo, con una intervención popera y descarada, que apunta a “lo relacional” del reto (no en balde figuran en la bota los nombres de todos sus amigos), y cuya imagen icónica de sí mismo recuerda la técnica de la pareja artística Martín y Sicilia.
Pilar Cerdá, que ha conseguido mostrarnos las emanaciones vaporosas, poéticas, del caldo inmortal, con una intervención que recoge la tradición plástica de Andreu Alfaro y José María Labra.
Tomeu Coll, que se enmarca conscientemente en la tradición de las tinajas greco-romanas, que transportaban el di-vino vino en barcos a todo lo largo y ancho del mediterráneo, repartiendo así la cultura.
Joan Costa, que interviene la barrica desde su última lengua, en la que ha incorporado el aire, y su movimiento, a la obra, en el seno de una indagación muy japonesa de lo que no se ve pero puede sentirse.
Antonio Fernández-Coca, que asume el tonel a modo de pedestal de una figura entre carnavalesca y futurista, plena de color, desinhibida, que bien podría relacionarse con la protagonista de una bacanal dionisiaca en el planeta donde se encuentra el mineral conocido como kriptonita.
Toni Ferragut, con una propuesta de gran impacto visual y con gran carga conceptual, no en balde nunca antes nadie se había atrevido a encarcelar a Dionisos.
Pere Joan, dibujante muy conocido de cómic, que interviene una bota a la manera de su género, con ironía sobrada, y que a su vez remite, curiosamente, a trabajos de artistas puramente plásticos como Liliana Porter o Baltazar Torres.
Pere Lacomba, con una acción de carácter realista pero de difícil constatación, ha urdido una retícula de vides en la que las hojas y los racimos deben estar dentro del tonel, produciendo la fermentación del vino; sin embargo, formalmente, la obra parece una estructura de última generación biológica, un poco al modo en que produce el artista Iñaki Gracenea.
Aina Lorente, que ha trabajado por capas, con telas y porciones fotográficas, de manera que por medio de esta “deconstrucción” nos relata el nacimiento, maduración y muerte del vino.
Pep Llambías, en su etapa actual minimalista-conceptual, que asimila la bota a una placenta (“estar en madre”), en cuyo interior se produce el milagro de la vida y de la creación.
Esther Olondriz, que interviene la bota al modo del tradicional collage, pero en un lenguaje vitalista que nos remite a la escuela sevillana de la que Luis Gordillo es el referente.
Katharina Pfeil, que ha aportado una pieza magnífica, mágica y misteriosa, en la que los reflejos del agua negra estancada en el interior de la barrica nos reflejan la oscuridad que todos llevamos dentro, y que también el vino delata como buen confesor.
Chris Pink ha delineado sobre el tonel un laberinto de hilo geométrico, que se acomoda sobre una previa intervención también extensiva, y reticular, de la base de la superficie del soporte; se diría que su pretensión es totalmente agnóstica, en lo que a la saga de Dionisos se refiere.
Ferrán Pizá, que en la muestra representa la tradición vanguardista en su sentido literal, con sus soluciones formales a caballo de la abstracción y el realismo postrero, y su concepción del arte como última trinchera ante el poder amenazante.
Julia Ramis, el mediterráneo puro, los colores de la tierra, los sabores de la luz del sur, los festejos en los que el vino hace de sumo sacerdote para permitir la comunicación con lo sagrado que está pero no se ve.
Y por último Menéndez Rojas “Mendi”, que es el único artista que en esta ocasión ha tumbado la barrica y la ha transformado en una especie de mar cerrado, en el que un ballenato alegre, al que sin duda le gustan los efluvios del vino, se zambulle en ese mar sin sopesar que no tiene horizonte.
Una selección, como se aprecia, muy fructífera, muy alentadora, que da forma a un caldo nuevo, “Botart 2”, que tiene un bouquet largo e historiado, de gran finezza, y que además constituye una herramienta fundamental para comprender el arte en nuestro tiempo, en nuestra tierra y en nuestra particular y singularísima cultura, uno de cuyos hitos está ubicado sin lugar a dudas en las bodegas de Can Ribas. ¡Gracias por los 300 años dedicados al arte!
Proceso creación Bota
Vinyes verdes vora el mar
Josep Maria de Sagarra.
Vinyes verdes vora el mar,
ara que el vent no remuga,
us feu més verdes i encar
teniu la fulla poruga,
vinyes verdes vora el mar.
Vinyes verdes del coster,
sou més fines que la userda.
Verd vora el blau mariner
vinyes amb la fruita verda,
vinyes verdes del coster.
Vinyes verdes, dolç repòs,
vora la vela que passa;
cap al mar vincleu el cos
sense decantar-vos massa,
vinyes verdes, dolç repòs.
Vinyes verdes, soledat
del verd en l’hora calenta.
Raïm i cep retallat
damunt la terra lluenta;
vinyes verdes, soledat.
Vinyes que dieu adéu
al llagut i a la gavina,
i al fi serrellet de neu
que ara neix i que ara fina…
Vinyes que dieu adéu!
Vinyes verdes del meu cor…
Dins del cep s’adorm la tarda,
raïm negre, pàmpol d’or,
aigua, penyal i basarda.
Vinyes verdes del meu cor…
Vinyes verdes vora el mar,
verdes a punta de dia,
verd suau de cap al tard…
Feu-nos sempre companyia,
vinyes verdes vora el mar!
Josep Maria de Sagarra.
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